viernes, 12 de agosto de 2011

Fuiste el límite entre la admiración y la pasión. La puerta abierta entre lo profesional y lo personal. El fragmento que divide deseo y realidad.

Fuiste la sonrisa ganada en cada tormenta. La mirada perdida en el horizonte de los sueños. El silencio que reconforta cuando el dolor no deja respirar.

Casi un salvavidas en medio del naufragio. O quizás una mano solidaria obligándome a salir. O un ángel velando mis desvelos.

Fuiste los 375 días más extraños de mi vida. Con mis vaivenes y tus idas y vueltas. Con tu coraje y mis miedos. Con tus certezas frente a mis incertidumbres. Con las mañanas compartidas a través de un disco de Sabina.

Fuiste mi inspiración, mi desazón, mi angustia, mi exaltación, mi silencio. Fuiste la inspiración desbocada de mis dedos sobre las cuerdas de una guitarra, y el peor interprete de Queen que alguna vez haya escuchado.

Fuiste mis ojos pegados a la pantalla buscando tu imagen. Y la ansiedad de ver tu nombre saludandome. Y la confusión de no saber qué, ni como, ni cuando.

Fuiste todo eso, aunque quizás menos. O tal vez seas más. No lo sé.

Dejemos que el tiempo nos cuente hasta donde vamos a llegar.