martes, 13 de agosto de 2013

Esa canción

De repente, simplemente, volví a escuchar esa canción que la radio no se cansaba de reproducir aquel verano. No cualquier verano. No. El primero. El mágico. El perfecto. Esos días en que no nos importaba si se iban uno a uno los amigos. O si renunciaban los filántropos y sabios. O si se acababan las películas de acción. O las palabras en los labios. Ese verano. Cuando no había nada que nos destruyera. Cuando nos creíamos eternos. Invencibles.

Volví a escuchar esa canción, te decía. Con esa personalidad autodestructiva que los días de invierno me sienta tan bien. A pesar de las reiteradas prohibiciones que intentan evitar reflotar tu recuerdo. A pesar de las rotundas amonestaciones que, estoy segura, voy a recibir por perder el aliento ante esos versos. A pesar se saber que tu crueldad no merece una sola de las lágrimas que se deslizan por mi cara al escribir estas líneas.

 Volví a escuchar esa canción. Y a sentir el olor de las frías tardes de verano en la playa. Y el aire del mar golpeándonos durante esas largas caminatas por el bosque. Y los besos furtivos, cuando jugábamos a que en lugar de muérdago, teníamos eucaliptus. No voy a preguntarte que nos pasó. No voy a permitirme dejarte hacer sangrar viejas heridas. Ni voy a pretender que entiendas lo que siento. 

Hoy volví a escuchar esa canción y te odié. Pero sobre todo, te extrañé.