lunes, 31 de marzo de 2014

Los días en Paraná eran tan aburridos que hasta las cuadras parecían multiplicarse al caminar. Nada por hacer para mitigar la espera. Ni un conocido con quien conversar café mediante. Ver un entrenamiento. Almorzar en cadenas de comida chatarra. Volver al hotel. Dormir. Ver otro entrenamiento. Y asi, las horas parecían estar decididas a no hacer mover las agujas del reloj.

Salía a caminar con rumbo desconocido para mitigar el tedio cuando apareció. Sin dar señales de reconocerme. Sin siquiera mirarme a la cara. Pasó a mi lado. Caminamos juntos un par de cuadras. Yo con el corazón desbocado. Ella, quien sabe. Debí contenerme para no seguir sus pasos cuando cambió el rumbo.

Me quedé inmóvil. Perdido. Desorientado.

Volví al hotel, armé el bolso y me fui a la terminal a esperar que saliera el colectivo. No se ustedes, pero yo.... Yo prefiero aburrirme a enamorarme perdidamente y a primera vista.