jueves, 30 de diciembre de 2010

Este es uno de esos momentos en que desearía no haberte conocido. Uno de esos momentos en que maldigo el minuto fatal en que tus ojos se cruzaron con los míos. Y maldigo, una por una, las veces que soñé con tus labios.

Y también te culpo de mi esterilidad literaria. De no poder escribir otra cosa por estar pensando en vos.

Y me odio por saber que cuando termine de escribir estas líneas, las vas a leer. No hoy, ni mañana. Quizás en una semana. O un mes. O un año. Pero lo sé. Tengo la certeza de que las vas a leer. Y no te vas a sentir aludido. O tal vez si, pero de ser así, nunca me lo vas a decir.

Porque vos, claro, no estás en la misma que yo. No te atormentan ilusiones. No se te nubla la mente. No te quedas esperando. Vos seguís adelante. Sin importarte cuanto (me) lastimaste.

(¿Alguna vez vas a hablar de mi con alguien? ¿Qué le contarías? ¿Qué clase de anécdota soy entre tus recuerdos?)

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