miércoles, 23 de febrero de 2011

Subí y bajé por la escalera del sol, y vi tu sombra renacer de las tinieblas. Te observé con cuidado, como pidiendote permiso. No faltaba nada. Ni tus ojos de mar. Ni tu boca de hielo. Ni tu silencio dominante.

La fuerza de tu presencia opacaba al mismísimo astro rey, que esperaba distante, mudo testigo de este reencuentro esperado.

No me saludaste. No te hablé. No respiramos. No tomaste mi mano, ni rozaste mi mejila. Ni buscaste mi aliento.

Te alejaste, y te seguí. Quise ver cómo estabas, si habías cambiado, si todavía me reconocías.

En algún momento notaste mis latidos. Te volviste hacia mi. Me miraste.

No recuerdo que te acercarás. Ni que me besaras. Ni que me regalaras una sonrisa. Solo haber despertado con el rostro bañado en lágrimas.

Y tu lugar, en mi cama, vacío...

No hay comentarios:

Publicar un comentario